Si me preguntan qué es la soledad, diría que es llevar el corazón encogido. No es estar solo, es sentirse solo; va de dentro hacia fuera. Hay ocasiones en las que me despierto acompañado y es el contorno de mi figura el que está desdibujado, no hay nadie presente. Me observo a lo lejos, como una sombra ajena, y chasqueo la lengua. También me pasa con un ron cola en la mano. Doy un trago mientras escucho el bullicio de la feria y las conversaciones aireadas se suceden. Es ahí cuando me empequeñezco, cuando entiendo lo insignificante que soy y, al mismo tiempo, el gran poder de actuación que poseo. ¿Quién se va a acordar de la hormiga? Nadie, y sin embargo, la hormiga sigue construyendo su mundo.
Pienso que mucha gente se encomienda a Dios precisamente por eso, para encontrar un propósito en la vida y no quedarse mirando cómo el techo se derrumba en las tardes de verano. Mis abuelas creen, yo no. Se lo dije a Carmen, me gusta ser quien elige sus acciones y su camino. Me cuesta creer que los senderos estén predestinados. Irremediablemente, ellas tienen más fuerza que yo, sostenidas por una fe y un aliento que no flaquea ante la adversidad. Este hombre que escribe duda ante las señales y ve el vacío como un túnel angosto.
De todas formas, uno es del equipo de su padre, de los libros de su madre, y de la música que sonaba en el vinilo. También es de la plaza del barrio, de los lugares donde veraneaba, y de las conversaciones familiares con la televisión apagada. Todo lo demás es anecdótico.
Esta semana fue la feria de Mérida. Es curioso que al salir de fiesta tendamos a ir al mismo sitio, con la misma gente, como si ese círculo levantase el velo de la soledad. Supongo que es más agradable sumergirte en tus pensamientos con caras conocidas alrededor. Decía Frida Kahlo que quiso ahogar las penas en alcohol, pero las condenadas aprendieron a nadar. Estoy seguro de que ganaría el 4x100 en esa prueba; a ver si el COI mueve ficha.
A pesar de todo lo que pueda decir, me alegra que ciertas cosas se mantengan en su lugar. Ya es bastante con ver cómo todo cambia a medida que avanzamos, incluidos nosotros mismos. Es gratificante ver a ese conocido cinco años después, escuchar la broma de turno o ingeniártelas para entrar en Barocco sin pagar. Las raíces de cada uno se aferran a esos detalles imperecederos.
Este sábado, Adri y Ana se casaron. A él se le cayeron algunas lágrimas al entrar en la iglesia. Ella estaba radiante; se veía la satisfacción de cumplir con cada detalle planificado. La intensidad de las miradas y la tensión del pulso hablaban en voz baja. Los que comparten su alegría y su tristeza son menos vulnerables, se exponen al juicio del amigo y del envidioso, se humanizan.
Lo poco que puedo añadir es que tanto en su mesa como en la de los demás comensales, hubo armonía. Ver los rostros de tus amigos y juntarte con ellos tras tanto tiempo hizo que la soledad saliese por la ventana. Siempre termina volviendo; es así, pero cada día que pasa me preocupa menos.
❤️🩹, en serio.
Lo mejor, la pinrura del interior del Moulin Rouge, de aToulouse-Lautrec.